lunes, 20 de octubre de 2008

Entrevista- Félix Suazo, excurador e investigador del Museo de Arte Contemporáneo




"El museo es un cadáver que no se puede volver a matar"
"Los artistas pro gobierno no están produciendo obras sociales. La revolución no tiene quien la retrate"

dfalcon@eluniversal.com
Dubraska FalcónEL UNIVERSAL

"El museo es un cadáver que no se puede volver a matar". Así de contundente es el diagnóstico que realiza el ex curador e investigador del Museo de Arte Contemporáneo, Félix Suazo, sobre la situación actual que vive esa institución cultural. Incluso osa compararlo con el Ave Fénix "que lleva 200 años rehaciéndose y reinventándose". Pero Suazo, quien labora en el Periférico de Caracas/Arte Contemporáneo aclara que nada de lo que hoy en día está pasando dentro de esas paredes repletas de arte es responsabilidad de los museos. Más bien culpa al Estado, por la manera en que maneja la institución y al público por no exigir que se le muestre algo mejor. "La situación de los museos actuales es la de un cadáver que no se puede volver a matar. Muchos de los males que se le atribuyen, como el desorden, la falta de investigación, el abandono del público, no son responsabilidad de la institución. Sino de dos agentes específicos: el Estado, que no termina de definir qué quiere de los museos o qué hacen para cambiarle el rumbo; y del público, que deberían de exigir un museo mejor, pues para ellos se hacen las exposiciones. Las políticas del Estado se basan en decir que quieren museos cada vez más plurales, abiertos a la participación. Pero usan directrices equivocadas y generan problemas administrativos. Si los museos venezolanos no se han terminado de derrumbar es por sus trabajadores. Es un cadáver al que no se puede seguir matando", asegura Suazo, quien publicó estas conclusiones en la revista de la Fundación Museos Nacionales, mientras laboraba allí, bajo el título Anotaciones inconclusas para un cadáver exquisito. -¿Cómo puede el público puede exigir mejores museos? ¿Dejar de asistir a la institución no es acaso un llamado de atención de que algo malo está pasando allí? -La respuesta no es abandonar los museos. Esa no es la manera para exigir un cambio. Los museos son insustituibles. Son depósitos de memoria, que van a construir el futuro con la incrementación del patrimonio, algo que no se está haciendo a cabalidad, por problemas administrativos, de recursos o por indolencia. El museo es un lugar público y le corresponde a todos y cada uno de los ciudadanos. Existen mecanismos universalmente establecidos para reclamar, como los que se dicen en la prensa; o los espontáneos, que dejan notas en la recepción de los museos. Esa es la manera. Además, dentro de la institución se debe escuchar a los especialistas que saben cómo se hacen las cosas. Ellos han sido las voces ausentes en el debate. El vocero único de la institución ya no es el director, sino el ministro y el presidente de la República. Ya ni siquiera lo es la presidenta de la Fundación. -¿Los reclamos son escuchados por alguien dentro de los museos? -En el caso del Museo de Arte Contemporáneo, en los que estuve involucrado, sí. El papelito dejado en la recepción servía muchas veces como justificativo para acelerar el proceso interno. Un museo está hecho para ser visto, no para la invisibilidad. Están como en un sándwich, pues los critican los ministros, los directores, la presidenta de la Fundación, el público, la prensa, los políticos, los trabajadores. ¡No se puede seguir tratando de matar a los museos! Estamos a tiempo de que se canalicen las críticas. -¿De no canalizarse qué podría pasar en la institución? -Lo que ya está pasando: que los museos se vuelven menos útiles para la gente, que es su verdadera destinataria; e incluso para los políticos que quieren hacer algo más plural y flexible. El peor de los daños es el cultural. Se daña nuestra memoria, nuestro inconsciente colectivo. Ese daño se paga con algo terrible como la amnesia, que es el origen de la ignorancia. No corregir esos errores que se siguen cometiendo significaría a largo plazo borrarnos como cultura y privarnos de seguir enriqueciendo el patrimonio. -Es allí cuando las galerías aprovechan ese público que no satisface sus necesidades en los museos. -Los museos son insustituibles y sería injusto pedirle a las galerías que hicieran eso. Partiendo de esta premisa, puedo decir que sí existe un circuito expositivo que está mostrando a artistas de primera línea nacionales e internacionales que no están exponiendo en los museos. Espacios como La Carnicería/Arte Actual, la ONG de Nelson Garrido, el Periférico de Caracas/Arte Contemporáneo, por nombrar algunas, están apostando no sólo por exhibir obras y contactar coleccionistas, sino también por brindarle servicios adecuados a la gente. Aunque nadie debe confundirse e interpretar esta tendencia como el renacimiento de museos en otras partes. Y creo que si consultamos a las autoridades de estos espacios, opinarán lo mismo. Pero eso sí, si los museos no aceptan exposiciones individuales, el artista tiene que buscar dónde exponer. La demanda existe y las obras se producen. -¿Cuál es la línea expositiva que deben seguir los investigadores y curadores de la Fundación? ¿Se trata de una línea socialista? -A eso aspiran las políticas de Estado con las llamadas "líneas estratégicas", que tiene que ver con las visibilidad de distintos temas de la sociedad venezolana como el género, la diversidad étnica, lo colectivo. Pero un investigador o un estudioso sabe que cada uno de esos temas puede ser abordado de manera distinta, según el artista. Ningún investigador que yo conozca que trabaje en los museos hace exposiciones socialistas o capitalistas. El tema de si son o pretenden ser socialistas está en los eslogan del Ministerio de la Cultura, en el sello de las publicaciones, pero no es algo que determine la manera de articular un discurso expositivo. ¿Cómo pretender que eso sea socialista o protagónico? Al final, la utopía que representa al museo es convertirse en un aparato público de acción social y colectiva. Toda ideología adicional está de más, pues el museo ya nació con ese propósito. Planteárselo ahora es querer negar la historia de los museos. Las líneas son muy rígidas y pretenden cosas como lo que dicen los eslogan, pero las exposiciones no se hacen así. -¿Es decir que es un error promover el socialismo en los museos, basándose, por ejemplo, en no realizar exhibiciones individuales sino colectivas? -El tema del socialismo es un tema de eslogan. Es un tema de pretensión política partidista. La idea del socialismo en los museos es una idea nominal in- minentemente. Es una idea que no ha asumido la práctica del socialismo en el sentido amplio y profundo del que habló Marx y Engels. Aquí es un eslogan y una pancarta. La discusión es que hay un discurso que diverge de la realidad y la describe como si fuera una fantasía imaginada. -Artistas de Rusia, México o Cuba, por ejemplo, que vivieron grandes procesos revolucionarios han plasmado esa influencia en sus piezas. ¿Venezuela tiene artistas que han sido tocados por la Revolución Bolivariana? -En esos países la vanguardia política se ha comulgado con la artística, pues eran procesos que coincidían. Obras de Raúl Martínez, Frida Kahlo, Diego Rivera o Zapata. En Venezuela no hay coincidencia. La vanguardia artística diverge notablemente de la política. Si existen, naturalmente, artista afines al Gobierno y otros que navegan con la corriente. Creo que no es positivo nombrarlos pero basta con revisar sus currículos. Tenemos un gobierno que se autodefine revolucionario, pero que no tiene artistas que lo retraten. Sí pintan murales, pero es para plasmar una porción de sus sueños allí. Los artistas pro gobierno no están produciendo obras sociales. La meta de cualquier revolución no es tener artistas. Es hacer arte revolucionario. -¿Qué opina sobre el supuesto regreso de la autonomía de los museos? -Es una ficción. Un museo autónomo no puede ser tal si su director no puede firmar, dirigir su programación ni manejar los recursos económicos asignados. Si eso no sucede no existe la supuesta autonomía. El deseo es que los nuevos directores, que no son realmente tan nuevos, logren la verdadera autonomía para sus museos. Pero mientras la Fundación administre todo no habrá autonomía. En el mejor de los casos, y para pensar bien, van a seguir atados a la burocracia. Aquí el problema es saber con claridad cuál es el papel de la Fundación. Los museos están claros. Pero ¿para qué se creó la Fundación?

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